Hace unos años una monjita, llamada María Estela Riccio, se
asomó por la ventana de su departamento (vivía en la Capital de Buenos Aires,
la Gran Metrópolis) y se le iluminó la cara contemplando un cartonero que hacía
cuidadosamente su trabajo de recuperador.
Miraba uno por uno los objetos, el
Cartonero; los examinaba y pensaba muy bien antes de dejar en el recipiente de
basura lo descartado por otros saciados quienes se permitían tirar la sobra.
La monjita pensó: .-Mi
Dios es como ese cartonero. Va a ver algo bueno de mí y me va rescatar para
algo útil. No me va a descartar nunca. Mi Dios es cartonero.-
La verdad es que
esta historia real me dejó pensando también a mí. El sistema mundial vigente
tiene un corazón de Fondo Monetario Internacional, de Banco Mundial, de Organización Mundial del Comercio, que funciona solamente con dinero.
No importa su procedencia.
La prostitución, la trata de personas, el tráfico de estupefacientes y de órganos
humanos, los ajustes económicos (a pedido de las Corporaciones multinacionales) por parte de los Estados Nacionales para no fundir Bancos que protegen y lavan
el dinero de la delincuencia, son considerados “negocios”.
Grandes mafiosos son
admirados en el calidoscopio multicolor televisivo del siglo XXI.
Nada es
gratuito ni nada es gratitud. La solidaridad, la experiencia de los jubilados y
la sonrisa de los niños no sirven si no generan dinero. Se descartan los
valores y se retienen las utilidades. Pero son las personas las que generan
utilidades.
¿Puede ser más importante lo generado que lo que lo que genera? En
este sistema mundial vigente, sí.
Habrá que empezar por los hogares, por los barrios,
por las ciudades, por los Estados Nacionales, por las Regiones Integradas de Naciones
a plantearse un sistema social cartonero.
Habrá que mirar con mucho cuidado antes
de tirar a la basura sueños y proyectos de personas.
Los campos de refugiados
no son “crisis de migrantes”. Los campos de refugiados son basureros
humanos producto del sobrante de la avaricia, de la violencia de las guerras
que están prepotentemente por encima del Derecho, de la maldición, es decir de
la pérdida del diálogo, del mal decir. De la imposibilidad de perder tiempo en
lo lúdico sin lucro alguno. Los excluidos son la basura del mundo capitalista.
Sin cultura, sin afectos, sin proyectos, sin palabras.
Es ya el tiempo de la
construcción de la globalización de la ternura y los abrazos. De los Estados
Nacionales cartoneros. De la recuperación del crecimiento desde los sentidos humanos para que la
técnica más elaborada vuelva a ser servicio, comunicación, contención, empatía,
inclusión, aceptación del otro como otro.
No se trata de escribir “nosotrxs”
para respetar al otro, a la otra. Se trata de poner la pava en la cocina, de
sentarnos frente a frente, compartir unos mates, escuchar al otro, a la otra y
entender que la vida humana tiene un valor que jamás va a ser superado por nada
en el universo.
Juanchi Galeano♪ 10 de Octubre de 2015
(Imágenes tomadas de la web)
(Imágenes tomadas de la web)
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