Enmarcados en este día conmemorativo de la primera
independencia política, no estaría mal reflexionar sobre nuestra independencia
corporal. Y en lo corporal, específicamente lo sexual.
Vivimos una etapa de absoluta exhibición y de no menos
absoluta ignorancia respecto de nuestra sexualidad y más aun de nuestro sexo.
Bombardeados por pornografía, esa mentira machista de
sometimiento de la mujer a los supuestos deseos trogloditas del hombre, creemos
haber visto todo. Y quizá lo vimos. El tema es que el ser humano es un poco más
complejo que su genitalidad. Entonces confundimos deseo con ganas o demanda
fisiológica incontrolable (¿?), por ejemplo.
Despersonalizado, el sexo, puede llevarnos a una pérdida
identitaria, entre otros conflictos, que nos hace negar la persona, el otro, la
otra. Profesamos el “touch and go” por temor a la castración (ser cercenados
sociales) en términos psicoanalíticos. El típico vaquero del western incapaz de
enamorarse de la hermosa protagonista y sigue solo con su pistola a confrontar
su hombría con otro que la saca más rápido. La típica ninfómana que cuando se
excita no sabe que es normal porque le asignaron el rol de una mujer
"honesta" incapaz de ser hembra que goza.
Separamos el gozo del amor, del sentimiento. No está mal si
somos concientes de eso. El tema es tratar, para hacerla corta, de estar a solas
con nosotros/as mismos/as y tratar de sentir lo que sentimos. Pensarnos seres
con capacidad de amar y de sentir. No solo de transgredir por transgredir.
Diferenciar genitalidad de sexualidad y persona de objeto
dicho por el discurso hegemónico que nos obliga a la contingencia permanente.
Cambiar es experimentar, dice el mercado y muta permanentemente para vendernos,
literalmente, algo “nuevo”.
Los `60 y los ’70 fueron épocas de experimentación que
fracasaron en su intento de “amor libre”. Pérdida absoluta de intimidad. La
orgía, muchas veces, como curiosidad experimental, despersonaliza hasta que
aparece el celo disfrazado de libertad en esa relación que somete hasta el
punto de estar observando y controlando el placer de la pareja hasta cuando
goza con otro cuerpo que no es el que eligió para compañía permanente.
Lo que es concreto y persistente es, cuanto mucho, “duración”.
Las relaciones (si tienen un determinado tiempo) “duran”, no permanecen.
No sabemos qué hacer con nosotros/as. Sería bueno parar y
tomar nuestra independencia corporal en serio. Para no ser dichos por ningún
discurso. Solo el que arme nuestra conciencia a nuestra medida real. El que
nace de estar con nosotros/as mismos/as. Entonces seremos también libres para
la militancia social y liberadora que exige el tiempo actual latinoamericano
más aún que en otros tiempos.
Si la igualdad es transitoria, construiremos igualdad
transitoria. Si la igualdad es un mandato permanente construiremos estructuras
que permanezcan. Eso sería dar crédito a nuestra existencia (historia) a plazos
razonables. Lo contrario es pagar las vivencias al contado con todo el impacto
que significa eso si es que podemos pagarlo.
El mate da para reflexionar…
Juanchi Galeano♪ 9 de julio de 2015
Juanchi Galeano♪ 9 de julio de 2015
Es imposible tu redacción. Me atropella. Dialogo con ella aciertos y errores. Resulta un volcan que desparrama, cuestiones personalisimas en ocasión de otras de trascendia pública y todo termina acordonado por un trasfondo eidetico que soporta el argumento que tuviste subyacente al comenzar a escribir. Vale, que no será lejana la oportunidad de encontrarnos para tomar mate.
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