sábado, 28 de marzo de 2015

La belleza, el asombro, el ser y los medios

Anoche caminaba a orillas de una de las ramificaciones del Paraná que besa la orilla de la costanera norte de mi ciudad, San Nicolás de los Arroyos.

Más allá de dónde alumbraban los faroles artificiales, una formita blanca llamó mi atención en la oscuridad. Me acerqué despacito y allí estaba esa flor hermosa. Extendía sus bracitos de pétalos abiertos. Pero ¿a quién? ¿para qué? Mi pragmatismo aprendido no me permitió el asombro a primera vista.


Reaccioné y exclamé para mis adentros.-¡Qué belleza!

Esa flor de alguna de las tantas especies de camalotes estaba allí, siendo. No intentaba impresionar a nadie. No se puso bella para un casting en el bailando o el gran hermano 2015. La envolvían la oscuridad y el silencio. ¿Cuántos milenios hará que sus hermanas hacen lo mismo y casi nadie lo nota?

Le tomé unas fotos pero no pude traerme la belleza viva.



¿No será que los humanos tendremos que aprender de las flores? ¿Ser y estar para nosotros mismos y brillar y extender nuestros brazos acariciantes solo para el que nos ve? ¿mostrar nuestro adentro solo al o a la que nos respeta? ¿hacer nuestro aporte único allí en donde estamos?

Demasiada exposición a la luz artificial mata el alma. Casi que nos obliga a parecer y padecer para los demás (no por los demás, que es otra cosa) en una competencia como si en el infinito universo no hubiera lugar para todos y todas.

Guardé la máquina, la miré otro rato, tomé unos mates mirándola y volví a mí.




Juanchi Galeano

28 de marzo de 2015

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