Corría el año 1996 y, desde uno de los diarios nacionales que más se leen, se fabricó una imagen; una foto que recorrería el país entero. Era tanta la malaria en el país que en Rosario comen gatos, fue el mensaje…la foto era un montaje grotesco.
De esa imagen de pueblo derrotado, humillado, emergió, tomando la degradación mentirosa como bandera y una esperanza en sus cuerpos hacedores de música, la familia Coggiola.
Sublimaron eso de “rosarinos come gatos” en arte, en música. Y en música de la mejor y bautizaron a la banda “Gato a la naranja”.
Los conocí personalmente en el año 2004, en el supermercado “La toma” (ex Tigre), recuperado por los empleados. Fui a apoyar la lucha por la fuente laboral con mi poesía y compartí con ellos el escenario improvisado. Lucía, Lisandro y Agustín jugaban con los instrumentos, los dejaban, corrían por el salón, volvían, eran unos niñitos de notas y sonrisas. Sus papás, Liliana y Martín sostenían el andamiaje armónico, sin imposiciones, sin disciplina obligatoria.
Y la música fluía y nos envolvía mágicamente sin darnos cuentas de la edad cronológica de tres de los integrantes. La propuesta era compacta. No era demagógica. Había trabajo, disciplina, coordinación, ensamble de tiempos y mucho ensayo previo, mezclado con juegos y libertad.
De esa Rosario subcutánea surgió esta propuesta artística familiar que luego recorrería parte de América Latina y Europa, llevando en sus estuches la cultura nacional de la esperanza. Esa esperanza que orbita hoy el planeta y a nosotros se nos derrama un poco en su música.
hola pensé que la anécdota de comegatos la habíamos adoptado en el 2001. Es bueno corroborar este dato hoy para mí. gracias por difundir. saludos.
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